7/9/06

Mi dedicatoria a los niños

Un recorrido por diversos países del sudeste asiático me hizo percibir de esos valores entrañables y reales, casi en extinción en la sociedad que nos rodea, donde la palabra desarrollo no va ligada para nada al término humanidad.

Armado de mi pequeña cámara con la que siento, observo y aprecio. De mi masajeador de cabeza, con el que saco sonrisas donde me las regalaron o donde jamás las hubo, mientras voy dejando mi pequeña huella, allá por donde paso. Y mi pequeña impresora fotográfica, con la que reflejo y regalo traspasado a papel, esos instantes eternos a modo de testigo, de esos que se van cruzando a mi camino haciendome sentir cómplice del medio en el que me rodeo, para valorar esas calificaciones algo perdidas como;

Alegría, de esa niña de Jaipur a la que hice feliz con un mísero plátano.

Seriedad, cual niño de enormes ojos maquillados en esa boda india en el que sus familiares me hicieron sentir el auténtico novio.

Tristeza, contagiada como a esa pequeña refugiada birmana en el que unos aros de latón empiezan a decorar su lindo cuellecito.

Complicidad, como ese chico de la calle en Hanoi, en el que un moratón, me delataba su dura realidad.

Perplejidad, como ese infante transportado en un canastillo en Sapa.

Esperanza, como ese chaval viajando junto a 30 personas en un truck de Camboya en el que la brisa le va ondeando su flequillo.

Grandeza, al igual que esos enormes ojos verdes de esa niña de las montañas en Nepal.

Dulzura, como esa vietnamita de larga y lacia melena oscura.

Entremeliado, como ese niño de Nanning que se agarraba constantemente a mi pierna.

Tierno, como ese crío del barracón en Gragajan.

Pícaro, como el niño junto a su tirachinas en Hue.

Mística, como la pequeña red Karen adornada de artesanías en Nai Soi.

Humilde, como el joven de Lombok junto a su ternera.

Indiscreto, como el hijo tapado de medio rostro a lomos de su madre.

Seriedad, como ese mentawai en Sumatra del que no sé que fue de él.

Calificaciones que me hicieron apreciar en la imperiosa naturalidad de esos pequeños, lo exactos que somos unos de otros, indiferentemente de quien eres, que es lo que tienes o a donde vas.


A todos esos pequeños
GRACIAS




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