27/9/06

Eduardo Discoli. Recorriendo el mundo a caballo.

TRAVESIA GAUCHA
(Última hora: tras su paso por Santiago de Compostela, Burgos, parte de Portugal a finales de Septiembre 2006 iniciará el continente africano para en adelante subir zona del mediterráneo pasando por Barcelona según me comenta vía e-mail)

Eduardo Díscoli lleva seis años recorriendo el mundo a caballo y le restan tres para terminar su plan. Paseó por la 5ta Avenida, se topó con las FARC y fue atacado por animales. Sus aventuras pueden leerse en su diario online.

En 2001, Eduardo Díscoli vendió su criadero de chanchos, su auto, su casa y todas las pertenencias materiales que tenía. Hizo las valijas, ensilló al “Niño Bien”, a “El Chajá“ y a “Chalchalero”, para partir desde Santa Lucía, su pueblo natal en la Provincia de Buenos Aires, hacia ¡Estados Unidos! Su objetivo: llegar a Washington, cruzar a Europa, bajar a Africa y desde allí volver a Sudamérica. Lleva recorridos más de 21 mil kilómetros y todavía le faltan unos tres años de camino. Acababa de divorciarse, estaba casi quebrado y buscaba un cambio de rutina.

“A los 20 quise irme de vacaciones montando hasta Brasil pero mi papá no me lo permitió. Así que, libre de todo compromiso, sentí que era el momento de volver a soñar y jubilarme de forma anticipada”, cuenta Eduardo desde Bruselas, alternando frases con mordiscos a una brochette de ciervo ahumado. Vale imaginárselo paseando con sus tres caballos criollos, vestido de gaucho, por la 5ta Avenida, haciendo flamear su deshilachada bandera Argentina: el tour no desestima ningún punto turístico.

En 1925, el suizo
Aimé Tschiffely, unió las tres Américas a caballo, para demostrar la resistencia de la raza criolla. Este antecedente fue decisivo para Díscoli al momento de planear la travesía. Su plan: llevar los caballos hasta España, de donde son originarios. Aunque el trayecto era ambicioso, Díscoli logró ser auspiciado por Cancillería, que avisaba a las embajadas argentinas de su existencia y de su posible arribo. De esta forma, consiguió que su viaje sea difundido por algunos medios pero, principalmente, logró invitaciones a las casas (o mansiones) de cónsules, funcionarios y gente vinculada a los caballos, que aseguraban que al “enviado argentino” no le falte nada.

Las aventuras de Díscoli pueden seguirse a través de su
diario de viaje online. Allí se lee: “Dormí con príncipes en hoteles 5 estrellas, pero también, y sobre todo, en pocilgas, al aire libre, en estaciones de servicio, donde haga falta, con mendigos, delincuentes y toda clase de gente”. En algunos casos, por evadir de forma inconsciente las rutas establecidas, o por perderse terminaba transitando páramos, pueblos casi abandonados.

Riéndose recuerda que, a veces, había gente que jamás en su vida había visto un caballo: “En algunos lugares de montaña, en Bolivia, la gente se asustaba cuando me veía llegar con esos animales”. En Ecuador, cuando viajaba por un camino rodeado de árboles, una boa constrictora cayó por de encima de su cabeza y de los caballos, que salieron despavoridos. “Pero el encuentro más fiero- cuenta con orgullo- fue la vez que pasando por Potosí un perro salvaje se me agazapó. Bajé del caballo y cuando el animal saltó, saqué el machete y le corté una pata.” ¿Y el perro? Cayó al precipicio aullando. Pero el jinete también tuvo que hacer frente a problemas modernos: en Colombia, no pudo evitar chocarse con las FARC: “Me metí en la casa de un guerrillero, ¡mamita! Se puso brava la cosa. Me interrogaron pero yo en esos caminos usaba el brazalete de la Cruz Roja. Zafé, ese fue mi salvoconducto. Me dejaron seguir. Viajar por Colombia fue difícil. Iba por la ruta y todos vestían de militares, no sabía quién era quién”. Haciendo entre 30 y 40 kilómetros por día, la distancia del gaucho argentino según
algunos diarios extranjeros, disminuía su dinero en análisis sanitarios de los caballos, impuestos y robos. Argentinísimo: la primera vez que le robaron fue en Rosario, cuando los muchachos de Santa Fe decidieron darle ánimo para su largo recorrido, quedándose con su reloj. Entre los giros de su familia y amigos y las changas como guitarrero en restaurantes, junta para los gastos inmediatos. Han llegado a pagarle hasta 50 euros la noche. Salvo por una jugosa donación de Coca-Cola de Estados Unidos (10.500 dólares para cruzar los caballos a Europa), generalmente se las arregla al modo criollo. “Hay veces que no tengo un sope y pienso ‘¿Cómo carajo sigo?’. Pero ante la adversidad, me fortalezco.

No pienso ni puedo abandonar este proyecto que ya no es sólo mío, sino de mucha gente que represento y que por diversos motivos nunca podría hacer lo que hago”, dice. Y sigue con un curioso optimismo: “Las mujeres me han tratado de maravilla. Supongo que porque a algunas les sale ese instinto maternal o también porque les doy lástima. Tal vez y por la pinta poco feliz que a veces llevo siempre alguna se me acerca”.

Web de Eduardo.


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